Nuestra mente comprende varias partes. Según diferentes escuelas y linajes tibetanos, podríamos clasificarlas de diversas maneras, que, aunque coincidentes en lo esencial, pueden resultar en clasificaciones variadas. Intentaré resumir las enseñanzas diciendo que la mente tiene 8 partes de las que podemos hacernos conscientes: los cinco sentidos (ojos, oídos, nariz, gusto, tacto) también denominadas las cinco conciencias sensoriales; la conciencia mental, es decir, la mente percibiendo las formas de la realidad física y mental; manas, que tiene sus raíces en el depósito de conciencia y por último, el depósito de conciencia.
Cuando escuchamos un sonido, por ejemplo, comienza actuando la conciencia sensorial, y justo en ese instante surge la conciencia mental (6ª) y manas (7ª) imagina que alguien ha entrado en mi casa, siente miedo, y piensa “Vaya, ¿qué es ese ruido?” Son formaciones mentales. Nuestras formaciones mentales están completamente impregnadas de las características propias de la parte del depósito de conciencia (8ª) a la que manas se aferra. Nuestra energía, nuestro impulso, nuestrav reacción automática a los estímulos intgernos y externos, surgen de nuestras preferencias y aferramiento a ciertas semillas de nuestro depósito de conciencia (sankharas). Nos explica el monje Ajahn Chah: «Aparezca lo que aparezca en la mente, simplemente obsérvalo». Esta es la instrucción fundamental de Mindfulness.
Manas se gira hacia el mundo exterior, para percibirlo, pero apoderándose de una parte del depósito de conciencia, que considera “mi yo”, un yo distinto a los demás.
En el inconsciente está el depósito de conciencia, que es una pequeña parte de la conciencia Alaya, la conciencia primordial, básica, clara, permanente y fundamental. No es un nivel de conciencia accesible en la vida diaria. El inconsciente de la psicología occidental es tan sólo una pequeña parte del inconsciente de la psicología budista. Longchenpa, que es uno de los maestros más importantes del linaje Nyingma, dice que la conciencia Alaya es la parte más profunda de nuestra psique. En su depósito están contenidas todas las semillas: alegría, felicidad, tristeza, ira, celos, envidia,… que hemos experimentado y/o experimentaremos.
Ya decía Buda que la mente es un campo en el que hay todo tipo de semillas, unas beneficiosas y otras perjudiciales. Las semillas, al regarlas, nosotros mismos/as, los que nos rodean, nuestra cultura,… es decir, al conectar con ellas, se manifiestan en nuestras vidas. La conciencia Alaya es como un jardín que contiene toda clase de semillas. No muere. Es el alma cristiana. Las semillas que contiene en su depósito continuamos teniéndolas tras la muerte. Todas las acciones, vivencias y experiencias de nuestra vida están guardadas en la conciencia Alaya.
La capa superficial de la mente es la que se centra en hacer, y lo hace de manera automática, de manera inconsciente. Cuando practicamos Mindfulness comenzamos a distinguir entre estar en modo consciente o inconsciente en la capa superficial y por lo tanto a movernos entre ambos. Desde la capa superficial enfocamos nuestra energía hacia las actividades del cuerpo, de los 5 sentidos, del habla y de la conciencia mental, a través de las preferencias y el aferramiento a ciertas semillas del depósito de conciencia para lograr algo. Hacemos cosas, y si no «hacemos», no pasa mucho, así que la relación entre nuestra energía y lo que sucede, es obvia.
La capa subliminal está entre el inconsciente y la mente superficial. Podemos bloquearla sin ser conscientes de que lo estamos haciendo.
Con Mindfulness, atención plena, podemos ver lo que surge y recibir la sabiduría del inconsciente a través de la capa subliminal. En nuestra vida diaria, funcionando desde la capa superficial de la mente, es un punto ciego, al que no podemos acceder.
Autora: Elena Alfaya Lamas ©