COMPASIÓN: EL DESEO DE ALIVIAR EL SUFRIMIENTO ©

Compasión

Comenzamos a sentir verdadera PAZ y FORTALEZA INTERIOR cuando comprendemos que el dolor que sentimos no es sólo nuestro, es parte del dolor del mundo. Es algo que compartimos todos los seres vivos. Cuando entendemos esto podemos parar de causar sufrimiento, abrir nuestros corazones y comenzar a actuar con COMPASIÓN, respeto y amor hacia los demás, y esto incluye a otras especies y a los más indefensos.

El primer modo de evitar el sufrimiento es NO PROVOCAR más sufrimiento, siendo capaces de vernos en los demás. Durante el confinamiento del COVID nos retiramos, y muchas especies empezaron a ganar un poquito de espacio, a adentrarse en pueblos y ciudades, a curiosear, y a buscar comida. Donde vivo, por primera vez he visto gaviotas, grupos de ellas. También he visto a un zorro precioso caminando. Me ha encantado verlos.

Es triste que no sepamos convivir con ellos en paz ni entre nosotros ni con el resto de las especies. Pero podemos aprender, estableciendo una firme y honesta intención que nos dirija. Matar, odiar, aniquilar, destruir, …es el camino directo hacia el sufrimiento. Todos los seres sintientes, seamos de la especie que seamos, queremos ser felices y estar libres de sufrimiento. Decía Martin Luther King que el día que entendamos que no tenemos derecho a esclavizar a los animales descubriremos nuestra humanidad y, con ello, nuestra Alma. Ese día habremos ganado el derecho de compartir la Tierra con ellos, porque ahora, no lo tenemos, ahora somos una amenaza.

El estrés emocional y el dolor físico es algo que experimentamos todos los seres sintientes, y cuando lo padecemos lo que más deseamos es liberarnos de él ¿por qué entonces participamos sin remordimiento en llevar miseria a los demás?

La evolución

La evolución no se construye sobre el desarrollo de la tecnología sino sobre nuestra propia evolución, como seres humanos que hemos comprendido qué es ser humano y qué no lo es; que hemos desarrollado compasión, empatía y amabilidad.

Hace más de 5000 años, en la antigua ciudad de Ur en Mesopotamia, los huérfanos, viudas, enfermos y pobres recibían comida y ayuda en una proporción más elevada que el resto de la población. Todos recibían, por cierto.

¿Cuánto hemos evolucionado entonces?

La mente

Decía el maestro de meditación Shantideva que en la mente está la semilla de la alegría y también el remedio al sufrimiento. Cuando comenzamos a relacionarnos con nuestra conciencia a través de la práctica de Mindfulness descubrimos que bajo el caos de nuestra humanidad y de nuestra mente ordinaria hay algo tan bello y lleno de amor que ya no queremos dejar este maravilloso camino de descubrimiento.

Cuando aprendemos a asentar nuestra mente y hacemos las paces con lo que se mueve a través de ella descubrimos que no hay nada que nos pueda aportar más fortaleza, poder y resiliencia.

Todos los seres sintientes pasamos por momentos de dificultad, dolor, conflictos y pérdida. Estas circunstancias pueden hundirnos o podemos aprender a transformar las penas de nuestras vidas en COMPASIÓN. Podemos aprender a ser amables con nosotros mismos, a tener respeto, dignidad, paciencia, comprensión y COMPASIÓN.

La compasión no es pena, es el deseo de aliviar nuestro propio sufrimiento y el de los demás. Es una respuesta cálida al sufrimiento y al dolor propio y del otro. Nos dice Karmapa «Permite que el dolor del mundo alcance tu corazón, y conviértelo en compasión». Es así como nace la acción, el valor y la ternura. Es así como se forja «ese tierno corazón de un guerrero que tiene el poder de sanar el mundo» (Jack Kornfield).

Decía Gandhi que para dejar de ser violentos se necesita más coraje que para serlo, porque la verdadera fortaleza ve la vulnerabilidad de la vida con cuidado, con atención y con respeto. Esto me recuerda una frase del poeta y dramaturgo T. S. Eliot. Decía que el mayor confort que podemos hallar es el de contribuir a reducir la ignorancia, la degradación y la miseria de la Tierra.

Que así sea y que no se excluya a ningún ser sintiente en nuestra ética de no violencia.

Elena Alfaya Lamas©