LA PAUSA MINDFUL: SABER PARAR ©

La pausa Mindful: saber parar

Cuando ponemos atención plena, durante la práctica formal o informal de Mindfulness, podemos observar nuestros pensamientos, nuestras emociones, nuestras sensaciones corporales, nuestros anhelos, … y tomar cierta distancia. Hacer esto de manera consciente, con atención plena, en vez de hacer lo que solemos hacer en piloto automático, que es involucrarnos con ellos, nos permite cuestionarlos con bastante perspectiva, darnos cuenta de que son tan sólo nuestros puntos de vista. Es así como progresivamente dejamos de apegarnos y creernos nuestros propios pensamientos. Tenemos un montón de puntos de vista, aversiones y anhelos, opiniones, juicios, …y aunque su naturaleza es completamente insustancial, si no ponemos atención lena, nos los creeremos completamente, creeremos que somo eso. Pero somos mucho más que eso.

Esto es algo que ya vio Sartre cuando corrigió a Descartes sobre su famosa frase «Pienso luego existo». Sartre se dio cuenta de que la conciencia que se da cuenta no forma parte del pensar, es un espacio de conciencia diferente. Y de esto es precisamente de lo que nos vamos haciendo cada vez más conscientes durante las prácticas de meditación. Es algo que podemos llegar a constatar: trascendemos los pensamientos, se desvanecen y no queda ni rastro de ellos, hasta que entramos en un espacio de la mente diferente, consciente, lleno de paz y de clama.

El ir y venir de los pensamientos

En este ir y venir de los pensamientos y demás objetos mentales estamos en la posición del testigo, el observador, que puede ver desplegarse los contenidos de la mente con desapego, sin aferrarse a ellos. Este es uno de los objetivos de la práctica: desarrollar la habilidad de observar los contenidos de la mente, o de la realidad física, sin seguirlos; ser capaces de ver a nuestro intelecto funcionando (planeando, soñando despiertos, deseando, organizando, imaginando, …), con claridad, y sintiendo y conscientes de qué acompaña a cada pensamiento: ¿qué siento en mi corazón? ¿de qué viene acompañado mi pensamiento? ¿qué noto en mi cuerpo? Podemos sentir cómo los pensamientos afectan a nuestro corazón y a nuestro cuerpo.

Es un bucle en el que estamos atrapados cuando no practicamos la atención plena: pensamiento-emoción-sensación corporal. Con la práctica de Mindfulness aprendemos a salir del bucle. Si somos capaces de observar los contenidos de nuestras mentes, podemos desapegarnos de ellos y no reaccionar automáticamente, sino actuar con atención plena, con conciencia. Respiramos profundamente, atentos, con la atención en el abdomen, como enseña Thich Nhat Hanh, y nos desprendemos del sufrimiento que los pensamientos puedan traer, es la pausa sagrada. Para hacerla, hay que saber parar.

Es inevitable que a veces la vida nos pese y que incluso se nos venga abajo. En esos momentos podemos pensar que lo más importante es superar esa dificultad que tenemos delante, pero todos sabemos que las dificultades van y vienen. Tras superar una dificultad viene otra. Y cuando la hemos superado ¿qué ocurre? que viene otra más. La vida es así para todos los seres sintientes. Podemos superar problemas puntuales, pero se trata de hacer algo más que eso. Se trata de hacer las paces con la dinámica de la vida.

La práctica de Mindfulness

En la práctica de Mindfulness proponemos sobrellevar esta dinámica desde la calma, creando espacio consciente en nuestra mente. Creamos espacio para la tristeza, espacio para la alegría, espacio para el enfado, espacio para la decepción, para la frustración, espacio para la felicidad, espacio para la incertidumbre… permitimos que todos ellos tengan su espacio en nuestra mente, como invitados, y cuidamos de ellos en vez de comenzar una guerra interna, que nos agota, y que es lo que hacemos inconscientemente.

Les permitimos estar, y con este cambio, pasamos de ser marionetas de nuestras emociones a tomar parte activa, consciente y plena en lo que nos ocurre, en lo que pensamos y en lo que sentimos. Aprendemos a afrontar las dificultades con la perspectiva de la impermanencia. Aprendemos a morar en calma en nuestra propia mente. Sentimos que hay un amplio espacio, de hecho un espacio infinito, que acoge lo que sentimos. Nos damos cuenta de que somos mucho más que nuestros objetos mentales, mucho más que el bucle pensamiento-emoción-sensación corporal en el que solemos estar atrapados. Somos mucho más que eso.

Una comprensión de esto a nivel intelectual no produce cambios en nuestra mente. Es desde la práctica de Mindfulness, de la ATENCIÓN PLENA, desde donde el cambio tiene lugar.

Sabias palabras de Yongey Mingyur Rinpoche cuando nos dice: «Todo lo que buscamos en la vida -toda la felicidad, el contento, la paz mental- está justo aquí, en el momento presente. Nuestra conciencia es fundamentalmente pura y buena. El único problema es que nos vemos continuamente atrapados en los altibajos de la vida y no nos tomamos el tiempo necesario para parar y notar lo que ya tenemos.»

 

Autora: Elena Alfaya Lamas ©