Respiramos profundamente, conscientes de la respiración en la zona del abdomen, notando como se eleva y desciende al respirar, y con atención plena en lo que sentimos, por ejemplo, miedo.
Desde la perspectiva de Mindfulness, no negamos ni rechazamos lo que sentimos, no lo cambiamos. Lo ACEPTAMOS y respiramos conscientemente con nuestro miedo, un invitado en nuestra mente, Es así como comenzamos a hacer amistad con los invitados que atraviesan nuestras mentes cada día. Es así como nos CALMAMOS. Traemos atención plena, conciencia, a aquello que ocurre en nuestra mente de manera inconsciente, desde la ignorancia.
Aceptar lo que ocurre no significa resignarse. Aceptar significa llegar a un acuerdo con lo que hay, con lo que está ocurriendo, alineándonos con la realidad, aunque no nos guste. No cambiamos lo que sentimos, no lo suprimimos, no nos peleamos con nuestros sentimientos y no nos auto engañamos, ¿por qué? porque NO FUNCIONA.
Nos ocupamos conscientemente de ello, lo tocamos con la luz de nuestra conciencia, con la energía de MINDFULNESS, con atención plena. Hay que mirar a los objetos mentales de frente, poniendo nuestras mentes en modo consciente, para que ese sufrimiento se pueda transformar en algo beneficioso. El miedo es algo negativo, una aflicción, sólo si no sabemos manejarlo. Es de esta manera como podemos encontrar ese punto inmóvil en medio de ese río de pensamientos, anhelos, deseos, emociones…que discurren imparables por nuestras cabezas. Ese punto inmóvil es la luz de nuestra conciencia y desde ese punto encontramos todo el valor y la dignidad que necesitamos para seguir adelante, pase lo que pase y por muy difícil que sea.
Nos cuenta Jack Kornfield en The Wise Heart, que la noche en que Buda decidió permanecer meditando hasta que se iluminase, se sentó sobre la Tierra, puso sus manos sobre ella, y dijo: «La Tierra es mi testigo». Buda estaba reconectando con su compasión, y pidiendo a la Tierra que fuera testigo de su valor como ser humano en medio de las dificultades que le surgían. Hacer esto cambió su vida.
Con la práctica de Mindfulness nos ocupamos de lo que hay y nos mantenemos atentos. Estando presentes contactamos con nuestro dolor, con nuestro miedo, con cualquier aflicción y con los desafíos que se nos presentan en la vida. Aprendemos a recibir lo que surge con ecuanimidad, aunque sea doloroso. Tomamos asiento sobre la Tierra y reconectamos con nuestra fortaleza interior, con nuestra dignidad y con el valor que todos/as tenemos.
Elena Alfaya Lamas ©